Sábado
por la tarde. A pesar de que no es un día laboral, la avenida
Cabildo, en el barrio de Belgrano, no deja de ser un caos. El ruido
de los vehículos, los hombres con cara de aburrimiento y las mujeres
deteniéndose a ver las vidrieras de los negocios, las carcajadas de
los adolescentes y los niños revoltosos forman parte del paisaje de
fin de semana.
No
obstante, todo ese barullo no es suficiente para tapar la melodía
que proviene desde la mitad de la cuadra, entre las calles Mendoza y
Olazábal. Con canas hasta en su barba estilo “candado”, la boina
gris y una sonrisa de oreja a oreja, Leonidas Alterache, de 74 años,
es quien produce esas notas musicales a través de su guitarra y su
armónica.

Alterache
comenzó a experimentar los primeros acordes de una guitarra a los 11
y, hasta el día de hoy, tocar cualquier canción es su cable a
tierra. Aunque la mayor parte de su vida fue peluquero y artesano,
siempre se consideró un “trabajador de la música”. Actualmente
vive en Escobar y se mantiene económicamente a través de su jubilación y del dinero que le deja la gente al pasar:
“Todos los días tengo plata y nunca me faltó para la comida.
Estoy desde las 5 hasta las 7 y llego a levantar hasta 2 mil pesos
por mes”.
También
tocó en trenes, subtes, el Club de Leones de Villa Adelina y en
Villa Gesell, viaje que pudo realizar gracias a la relación afectiva
con los manteros, que comparten la vereda a su lado desde hace más
de dos años y le pagaron los gastos. Por esta causa y por la
cantidad de gente que se detiene a dejarle una moneda o un billete,
Alterache decide quedarse en Cabildo, y asume: “Esto es el paraíso,
encontré el mejor escenario. Cabildo está hermoso y no hay mejor
barrio que el de Belgrano. Van a hacer tres años y no me muevo más.
De acá me voy al cementerio”.
Su
experiencia de vida se transformó en innumerables historias y una de
ellas es sus diez años en la Armada Argentina. Tenía sólo 20 cuando
ingresó y llegó a conocer todo el sur del país. Pero en esos
tiempos la música no lo favoreció, ya que sólo tocaba la guitarra
y “no trabajaba nunca”, lo que concluyó con una decisión
terminante de los directivos: “Me gustaba el laburo como al perro
la cebolla, entonces se cansaban de mí y me mandaban al calabozo.
Trataba de portarme bien porque sino no te daban vacaciones, pero por
vago me echaron. Era incorregible”.
Durante su juventud, Alterache bebía alcohol en exceso, lo que se convirtió en una adicción y una problemática que, en varias ocasiones, casi le cuesta la vida: “Me chocó un auto hace seis años. Salí con la
guitarra y tenía unos vinos encima. Por suerte, no me rompieron ni
un hueso, pero no puedo manejar el celular ni hacer trámites. Dejé
un poquito (el alcohol), pero me sigue gustando el `agua sucia´”. No obstante, ni el accidente y ni la internación en el Hospital Provincial Enrique Erill de Escobar le sacaron el sentido del humor: "Llené de poesías a las enfermeras y a las doctoras.
No querían que me vaya".
¡Chamamé correntino para todos!
Su
edad no es un impedimento para continuar con su vocación y con el objetivo de entretener a las personas. No obstante, destaca la exagerada competencia entre los ambulantes que se dedican a cantar y
tocar algún instrumento, y agrega que pocos de ellos le dan el valor
suficiente al crecimiento como músicos: “El verdadero artista nace
en la calle. No tengo diploma y no me falta humildad”.
La música también está en el subte...
¡Hacé clic y enterate!
Por Sofía Muñoz
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