2 de septiembre de 2013

El payaso del tango y del chamame


   Sábado por la tarde. A pesar de que no es un día laboral, la avenida Cabildo, en el barrio de Belgrano, no deja de ser un caos. El ruido de los vehículos, los hombres con cara de aburrimiento y las mujeres deteniéndose a ver las vidrieras de los negocios, las carcajadas de los adolescentes y los niños revoltosos forman parte del paisaje de fin de semana.
   No obstante, todo ese barullo no es suficiente para tapar la melodía que proviene desde la mitad de la cuadra, entre las calles Mendoza y Olazábal. Con canas hasta en su barba estilo “candado”, la boina gris y una sonrisa de oreja a oreja, Leonidas Alterache, de 74 años, es quien produce esas notas musicales a través de su guitarra y su armónica.
   Nació en la provincia de Corrientes y llegó a la ciudad de Buenos Aires en 1957, cuando sólo tenía 17, pero el tiempo no borró su tonada nativa. Se hace llamar El Piñón Fijo del Tango y del Chamamé y, de vez en cuando, canta para los caminantes que pasan a su lado, aunque su voz esté un poco deteriorada.
   Alterache comenzó a experimentar los primeros acordes de una guitarra a los 11 y, hasta el día de hoy, tocar cualquier canción es su cable a tierra. Aunque la mayor parte de su vida fue peluquero y artesano, siempre se consideró un “trabajador de la música”. Actualmente vive en Escobar y se mantiene económicamente a través de su jubilación y del dinero que le deja la gente al pasar: “Todos los días tengo plata y nunca me faltó para la comida. Estoy desde las 5 hasta las 7 y llego a levantar hasta 2 mil pesos por mes”.
   También tocó en trenes, subtes, el Club de Leones de Villa Adelina y en Villa Gesell, viaje que pudo realizar gracias a la relación afectiva con los manteros, que comparten la vereda a su lado desde hace más de dos años y le pagaron los gastos. Por esta causa y por la cantidad de gente que se detiene a dejarle una moneda o un billete, Alterache decide quedarse en Cabildo, y asume: “Esto es el paraíso, encontré el mejor escenario. Cabildo está hermoso y no hay mejor barrio que el de Belgrano. Van a hacer tres años y no me muevo más. De acá me voy al cementerio”.
   Su experiencia de vida se transformó en innumerables historias y una de ellas es sus diez años en la Armada Argentina. Tenía sólo 20 cuando ingresó y llegó a conocer todo el sur del país. Pero en esos tiempos la música no lo favoreció, ya que sólo tocaba la guitarra y “no trabajaba nunca”, lo que concluyó con una decisión terminante de los directivos: “Me gustaba el laburo como al perro la cebolla, entonces se cansaban de mí y me mandaban al calabozo. Trataba de portarme bien porque sino no te daban vacaciones, pero por vago me echaron. Era incorregible”.
   Durante su juventud, Alterache bebía alcohol en exceso, lo que se convirtió en una adicción y una problemática que, en varias ocasiones, casi le cuesta la vida: “Me chocó un auto hace seis años. Salí con la guitarra y tenía unos vinos encima. Por suerte, no me rompieron ni un hueso, pero no puedo manejar el celular ni hacer trámites. Dejé un poquito (el alcohol), pero me sigue gustando el `agua sucia´”. No obstante, ni el accidente y ni la internación en el Hospital Provincial Enrique Erill de Escobar le sacaron el sentido del humor: "Llené de poesías a las enfermeras y a las doctoras. No querían que me vaya".      


¡Chamamé correntino para todos!

   La mayoría de la gente que lo cruza por la calle disfruta de su música y su simpatía. En julio del año pasado, durante la 126° Exposición de Ganadería, Agricultura e Industria Internacional en La Rural, vivió un acontecimiento que Alterache mismo considera como "único": “Se armó un revuelo cuando me echó la vigilancia porque no quería que pase más la gorra y el público pidió por mí. Los hice bailar a todos y se quedaron locos conmigo. Soy un personaje, no un amargado”.
   Su edad no es un impedimento para continuar con su vocación y con el objetivo de entretener a las personas. No obstante, destaca la exagerada competencia entre los ambulantes que se dedican a cantar y tocar algún instrumento, y agrega que pocos de ellos le dan el valor suficiente al crecimiento como músicos: “El verdadero artista nace en la calle. No tengo diploma y no me falta humildad”.


La música también está en el subte...

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Por Sofía Muñoz

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